En tiempos donde nos sentimos abrumados, solemos mirar al cielo en busca de una guía, de una señal, de un maestro. Hoy compartimos un cuento corto de la escritora Amalia Fuino, quien con mucho amor nos regaló esta sonrisa al corazón. Para buscar nuestro maestro interior 🙂
EL INSTRUCTOR
En una pequeña y alejada aldea, vivía un anciano y sabio maestro. Dos tardes por semana,
recibía la visita de un curioso niño, inquieto por conocer la sabiduría del maestro.
Una tarde de otoño, húmeda y lluviosa, el anciano llevó al niño a un gran salón, donde ese
día, tendría lugar la clase.
-¡Qué lugar tan maravilloso, maestro!.¡Nunca habíamos estado aquí!-
-Porque siempre pudimos disfrutar del sol y del aire fresco en el jardín, pequeño
discípulo.-
Caminaron hasta el centro de la habitación, donde unas nubes de humo indicaban el lugar
donde las brasas esperaban al alumno.
-¿Qué haremos aquí , señor…perdón “maestro”?
El hombre caminó despacio hasta acercarse a las brasas e indicó al niño:
-Caminarás sobre ellas mientras tu mente ingresa en un mundo ancestral.-
-No sé si quiero, maestro ¿Por qué no me muestra Ud. Primero?
El anciano ensayó su peor mirada, intimidándolo. El niño bajó la cabeza y entrelazó sus
manitas.
-Acércate y hazlo, pequeño-insistió el hombre, tratado de mantener la firmeza y la
paciencia.
-No estoy muy seguro, maestro.¿ Por qué hacen esto los orientales?-
-Para demostrar el poder de la concentración. Nada ocurre si tu mente no lo consciente.
Debes creerme. Una vez que camines sobre ellas… – suspiró casi sin aliento.
-Me voy a quemar tanto que no sé si podré caminar otra vez.-
-No pequeño. Verás que años de sabiduría te acompañarán. Entenderán lo importante
que es, el poder de la mente y…
-Está bien, maestro. Entiendo que hoy quiere enseñarme algo muy importante pero,
mejor lo dejamos para otro día- dijo el niño y salió velozmente del salón.
-¡Qué lo parió!. Ya no tengo la paciencia de antaño y los niños discuten todo. Tendré que
cerrar la academia y mudarme a Hollywood.
🙂
Porque discutir y preguntar es una señal de que vamos en buen camino. Discutamos todo, soltemos aquello que está de más, hagamos espacio para todo lo que está en camino, en especial las risas.
“Un día sin risas, es un día perdido” (Charles Chaplin)