Los indígenas canoeros, o nómades marinos, que vivían en el sur de Tierra del Fuego se llamaban a sí mismos Yámana, palabra que significaba principalmente “humanidad, humano, vivo, no muerto, con buena salud”. El Guinness reconoció una palabra Yámana como la más expresiva del mundo.
El Libro de Récords Guinness tomó una palabra yámana como la más expresiva y sucinta de todos los idiomas del mundo: Mamihlapinatapai y significa “una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción o una conversación que ambos están deseando pero que ninguno se anima a empezar”.
Los Yámana
Fueron un pueblo que habitaron en lo que hoy es la Isla Grande de Tierra del Fuego en el sur de la Patagonia. Tenían de hábitos pacíficos con un rico lenguaje. Los Yámana llamaban a su lenguaje yamaníhasha. Se caracterizaba por ser sonoro y abundante en vocales.
Se cree que los Yámana eran muy emocionales y excitables, pero a su vez poco efusivos en relación a manifestar sus afectos. Eran susceptibles, suspicaces y hospitalarios, aunque también fríos, taciturnos, reservados, conversadores y propensos a la risa.
El Papel De La Mujer
Las mujeres tenían métodos propios para pescar. Usaban sedales hechos con sus propios cabellos trenzados. Cerca de la carnada ataban a la caña una piedra perfectamente redondeada con una pequeña ranura para sujetar la línea. La canoa, sólidamente amarrada a una mata de algas solía tener una borda al nivel del agua sobre cual las mujeres tendían sus cañas. Usaban como carnada colas de peces pequeños.
Cuando el pez se prendía en el anzuelo y se encontraba cerca de la superficie, las mujeres usaban sus manos para agarrar al pez y depositarlo en la canasta.
Entre Dioses y Chamanes
Los Yámana creían en un ser único y poderoso, Watauinewa a él le rogaban para iniciar prácticamente cualquier actividad. También creían en unos espíritus malignos a los que denominaban Curspi, y en criaturas miticas llamadas Hanuch y Kachpik.
Entre los yámana existieron y fueron importantes los curanderos o “chamanes“, llamados Yekamush, quienes podían sanar enfermos, curar desequilibrios emocionales e invocar a los espíritus. Cuando un yámana fallecía, lo envolvían con cueros y junto a él ponían sus pertenencias. Lo cubrían con tierra y ramas y abandonaban el lugar para siempre.