Cerca y Lejos

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belgica

Hoy estamos lejos. Y, de alguna manera, estamos más cerca. Estar lejos de casa genera muchas cosas en el cuerpo y en la mente, pero también en el alma. Cambia la forma de ver el mundo, y de verse a uno mismo. Hoy, lejos de casa, hablo menos, observo más, disfruto de los paisajes – simples o elaborados -, miro a la gente a los ojos, sonrío sin palabras.

Amberes (Antwerpen), Bélgica es un lugar hermoso. Muy tranquilo. Y étnicamente diverso. Hay gente de todo tipo, color, costumbre y religión. Todos son súper correctos y, como el clima en esta época del año, hasta un poco fríos y desapegados. La gente a veces se me queda mirando y, sin pensarlo – casi inconscientemente – sonrío y saludo con la cabeza. No es común, al parecer.

Estar cerca de casa es estar dentro de la “zona de comfort”. Saber que, pase lo que pase, algo es compartido entre todos. No sólo el idioma, sino algo más dentro de nuestro ser. Todos salimos del mismo molde, y muy dentro de nosotros, el relleno es compartido.

Estar lejos de casa es justamente lo opuesto. Es ser el bombón de coco en la caja de chocolates. O el de menta. El que la gente generalmente evita comer porque es raro. (No tengo idea de lo que acabo de decir; amo los bombones d coco y de menta y creo que debe haber una especie muy rara de gente de la que soy parte, que miramos al cielo esperando que, algún día, todos los bombones sean de menta y de coco. O que nunca se funda “After Eight”, los chocolates de la gloria).

“La vida es como una caja de bombones”, surtidos, me gustaría agregar. Y es realmente increíble poder compartir la caja con tantos sabores distintos. Nos hace darnos cuenta de los increíblemente especiales que somos.

Hoy Mari quiere comer chocolate. En lo posible, de coco o menta. Mañana les cuento cuál me comí.

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