Hoy Mari fue al Museé du Louvre, Museo de Louvre, en París. Y caminó hasta que tuvo que sentarse en un banco de uno de los miles de pasillos del museo, frente a un cuadro no muy bonito, pero que, de alguna manera llamó su atención. Sentada en el banquito, descansando los pies, Hoy Mari piensa sobre todo y nada.
El Louvre es el Museo más visitado del mundo. Es difícil poder poner en palabras la experiencia de caminar por sus pasillos y, con mirada humilde, como pidiendo permiso, entrar por sus habitaciones. Por lo tanto, Hoy Mari no va a siquiera intentar describir lo que fue estar entre esas paredes. Pero sí le gustaría poder compartir con ustedes el sentimiento de belleza que le quedó al salir del museo.
Muchos filósofos, y grandes maestros, han dejado entre sus tantos escritos, la frase “El Amor es Belleza” y “La Belleza es el Amor”. Es difícil no enamorarse del arte, de las pinturas, de las esculturas. De su belleza en superficie. Pero, ¿por qué será que a veces nos cuesta enamorarnos de una flor, de una vereda rota, de nuestro hogar o, incluso, de nosotros mismos?
Así como las esculturas que habitan y brillan el palacio del Louvre, nosotros también, con nuestra belleza y nuestro brillo, habitamos cada salón del mundo. Pero sólo podremos habitarlo de verdad, cuando el brillo de nuestro corazón refleje el amor que sentimos. Por todo lo que nos rodea, pero sobretodo hacia nosotros mismos.
Compartiendo las palabras de un gran poeta Philip Larking: “What Will Survive Of Us Is Love” (“Lo que sobrevivirá de nosotros es al Amor”).
