Le tomó la mano sobre el mantel y él se sorprendió. Sin embargo, no la alejó. Lo miró de una manera especial y él entendió perfectamente.
Pidió la cuenta mientras ella , despacio y sin dejar de mirarlo, quitó su mano. Dejó la servilleta sobre la mesa, tomó su bolso y salió del lugar.
Se encontraron a dos cuadras , en una esquina conocida. Caminaron sin hablar. Ambos masticaban besos en sus mentes. Acariciaban aquel cuerpo deseado , sin prisa.
Al llegar al lugar, ella lo miró e ingresó. Él caminó hasta el mostrador. Lo rodeó, miró la correspondencia, se quitó el saco y dejó sus llaves en el cajón pequeño.
Ella ya estaba en la pequeña habitación. Se quitó el abrigo y se colocó el uniforme.
Él se asomó para contemplarla y apoyado en el marco, le dijo:
-Un día de éstos deberíamos ocupar alguna de las habitaciones. ¿Qué te parece Manuela?
Ella sonrió y bajó la cabeza asintiendo.
Amalia Fuino, septiembre 2018
Navegadora de la ficción, curiosa de la palabra.
Cuento Cortos:
Examen de Ingreso
Bocaditos
La Verdad
Karma