KARMA
-“A las nueve estoy con vos”.- me había escrito en un escueto mensaje esta mañana.
La promesa resuena en mi mente. La verdad es que no lo esperaba. Hace más de un año que nos separamos y habíamos jurado no interferir en la vida del otro. Ya estaba acostumbrándome a su ausencia pero esto me descolocó.
-“Te aseguro que no es por vos, pero tendremos que esperar un poco más. En diciembre informan los destinos definitivos en la empresa . Entonces , te prometo, empezamos a buscar nuestro lugar.”-
¿Otra vez la ilusión, la creencia de que ahora sería diferente ? Pienso mientras mis manos corren sobre el teclado. Como si trabajando rápido pudiera adelantar el reloj. Las carpetas se desacomodan en mi escritorio y temo levantar la vista para que mi jefe no crea que pueda acercarme otro contrato más. Se suceden los cafés , los cigarrillos y crece la nube de preguntas que ocupa mi mente.
De a poco llegan a mí, los recuerdos de aquellos encuentros : cenas a solas donde el tiempo se detenía y las manos respondían al pedido de nuestros ojos. El camino de regreso a la luz de la luna. Sus promesas susurradas en mi oído y la embriaguez de mi alegría sobre su hombro. Escapadas entre semana y desayunos domingueros que habían asegurado una convivencia de ensueño.
Sé que ya no soy una jovencita para permitirme esos sueños, pero tampoco él lo es .De pronto , descubro que no había planeado una salida luego del horario de oficina y me gustaría cambiarme. Aunque no sé si tendré tiempo. Mi jefe insiste en que las ocho carpetas se analicen hoy y apenas faltan dos horas. Tengo que elegir entre llegar a horario o intentar arreglarme un poco y llegar tarde. Me parece que antes de pensar en mi atuendo, debería decidir la respuesta en caso de que aquella promesa volviera a cerrar la cena. No es fácil. A mi edad y sin familia a veces me veo tentada de relegar mis anhelos por algo de felicidad. Sin embargo, algo muy dentro de mí, me dice que no es justo. Que me merezco algo más que sueños, que debería exigirle un futuro seguro o nada. Esta situación gris nos está lastimando ¿O tal vez me duela sólo a mí?
¡No puede ser! Apenas me queda media hora y todavía no me levanté de la silla. Ya mismo apago la máquina y me voy. Paso un minuto por el baño y salgo.
-¡Hola, Javier! ¿Cómo estás? Perdón por el retraso. ¿Ya te dieron el destino en la empresa? ¿Será en este país? ¿Comemos acá o en casa…?
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Ella entra en el restaurante y el mozo la reconoce. Luego la acompaña hasta la mesa que siempre compartía con él. Sobre uno de los platos una rosa y un sobre la sorprenden.
Se sienta y sin sacarse el abrigo, toma la carta. El mozo no quiere irse de su lado .Ella comprueba lo inevitable. Lee en un susurro. Sus manos tiemblan y dos lágrimas humedecen sus rojas mejillas.
-¿Por qué, don Cosme? ¿ Por qué, siempre me pasa lo mismo?
El mozo se acerca y ella abraza su cintura sin poder dejar de llorar. El hombre toca sus hombros con una caricia tierna, casi paternal.
Amalia Fuino, marzo 2020
Navegadora de la ficción, curiosa de la palabra.